TOMATES EM CULTIVO PROTEGIDO
Manual de Producción de Tomate Bajo Invernadero
1. Generalidades del cultivo
Descripción botánica
Actualmente existe una controversia
sobre el nombre científico que le corresponde al tomate. Desde el año
1881, Philip Millar lo ubicó en el género Lycopersicon y lo denominó Lycopersicon esculentum,
que ha sido el nombre más ampliamente usado desde entonces. Sin
embargo, en 1753 Carlos Linneo, científico, naturalista y botánico –
quien sentó las bases de la taxonomía moderna–, ya había colocado el
tomate en el género Solanum asignándole el nombre científico de Solanum lycopersicum L.
Hoy en día, la evidencia genética (e.g., Peralta & Spooner, 2001)
muestra que Linneo estaba en lo correcto al ubicar el tomate en el
género Solanum. Esto ha aumentado la controversia y se espera que por
algún tiempo, mientras se determina el genoma del tomate, ambos nombres
se sigan encontrando en la literatura. Por lo tanto, para propósitos de
esta publicación utilizaremos el nombre Solanum lycopersicum L. para
referirnos al tomate.
El tomate es una especie originaria de
América, al parecer de las regiones montañosas de Perú, Ecuador y Chile.
Es una planta herbácea, de tallo semileñoso, cuyo sistema radicular
está compuesto por una raíz principal de corta extensión ramificada en
númerosas raíces secundarias. En la parte superior, al nivel del suelo,
se desarrollan raíces adventicias que ayudan a mejorar el anclaje de la
planta al sustrato. La raíz está compuesta por una epidermis o parte
externa en donde se encuentran pelos absorbentes especializados en tomar
agua y nutrientes. En el interior se localizan el córtex y el cilindro
central conformado por el xilema, que es el tejido responsable del
transporte de los nutrientes desde la raíz hacia las hojas y otros
órganos de la planta.
El tallo, al igual que en muchas plantas
superiores, es una continuación de la raíz. Generalmente mide entre 2 y
4 centímetros en la base de la planta y es más delgado en la parte
superior donde se están formando nuevas hojas y racimos florales. El
tallo también está conformado por epidermis, que contiene pelos
glandulares, corteza, cilindro vascular (xilema) y tejido medular.
Las hojas del tomate son imparapinadas,
compuestas por foliolos alternos e impares que terminan en un foliolo
individual en su parte apical. El número de hojas por tallo y la
frecuencia de aparición de hojas están determinados principalmente por
el tipo de hábito de crecimiento de la planta y por la temperatura. Por
ejemplo, en plantas con hábito de crecimiento determinado, las hojas se
forman a una tasa de 2 ½ por semana, a una temperatura promedio de 23
°C.
La flor del tomate es perfecta, con
órganos femeninos y masculinos funcionales. En cada inflorescencia o
racimo se forman varias flores y una sola planta de crecimiento
indeterminado puede producir 20 o más inflorescencias sucesivas durante
un ciclo de cultivo, bajo condiciones de invernadero. La formación de
racimos florales ocurre más o menos cada semana y media.
El fruto del tomate está constituido por
un 94-95% de agua. El restante 5-6% es una mezcla compleja en la que
predominan los constituyentes orgánicos, los cuales dan al fruto su
sabor característico y su textura. El fruto tarda de 60 a 70 días desde
la antesis (cuajamiento) hasta el momento de la cosecha.
Hábitos de crecimiento
La planta de tomate inicia su
crecimiento a partir de un tallo principal, formando entre 5 y 10 hojas
antes de producir el primer racimo floral. Luego, comienzan a
diferenciarse dos hábitos de crecimiento de la planta: el crecimiento
indeterminado y el crecimiento determinado. En plantas de crecimiento
indeterminado, se forma en la axila de la hoja más joven (la que está
inmediatamente por debajo del racimo floral más reciente) una yema
vegetativa que continúa el crecimiento y desplaza esta hoja a una
posición por encima del racimo floral más reciente y sigue su
crecimiento formando tres o cuatro hojas y luego un nuevo racimo floral.
A partir de ahí el proceso se vuelve repetitivo, pues debajo de la
nueva inflorescencia surge una yema que desarrolla nuevamente 3 o 4
hojas y un nuevo racimo floral y así sucesivamente se repite esta
secuencia de crecimiento hasta que las condiciones sean favorables. De
esta forma, las plantas de crecimiento indeterminado pueden crecer
indefinidamente alcanzando longitudes mayores a 5 metros. Generalmente
requieren sistemas de soporte o “tutorado” para mantenerse erectas. La
producción de frutos se maneja a lo largo de toda la planta y para
evitar la proliferación de nuevos tallos, deben podarse continuamente
los nuevos brotes axilares.
En las plantas de crecimiento
determinado, hay una fuerte brotación de yemas axilares y se producen
menor número de hojas (una o dos) entre los racimos florales. Se
caracterizan por alcanzar una longitud máxima de dos metros y
desarrollar una inflorescencia por cada hoja. En estas plantas la
producción se maneja dejando varios tallos que se desarrollan
simultáneamente. La mayoría de las variedades para tomate de
procesamiento o industria tienen hábito de crecimiento determinado ya
que su corta estatura facilita los procesos de cosecha mecanizada.
Por lo general, las variedades de
crecimiento determinado comienzan la producción unos días antes que las
plantas de crecimiento indeterminado, pero la duración del período de
cosecha es más corto. En condiciones de cultivo bajo invernadero en la
Sabana de Bogotá, una planta de crecimiento indeterminado comienza la
producción entre 3 y 3 ½ meses después del trasplante y el ciclo de
cosecha puede durar en promedio cuatro meses.
Fisiología del cultivo
En términos sencillos, la fisiología es
la forma como la planta de tomate funciona como respuesta a los factores
ambientales y de manejo del cultivo. Por ejemplo, cuando se cultiva el
tomate en invernadero el funcionamiento (crecimiento, formación de
racimos florales, desarrollo de frutos, entre otros) es diferente al del
cultivo a campo abierto, por efecto de las diferencias en la
temperatura. De la misma manera, las prácticas de manejo como
fertilización o podas hacen que la planta funcione de una u otra forma.
Entender un poco la fisiología de la planta de tomate nos ayuda a
comprender cómo las prácticas de manejo del cultivo inciden en su
productividad.
La fisiología del cultivo depende de
cada etapa de desarrollo (etapas fenológicas). La primera etapa de
desarrollo –conocida como desarrollo vegetativo– se produce desde la
germinación y emergencia de la plántula hasta la aparición del primer
racimo floral. En general, el primer racimo floral surge después de la
formación de 5 a 10 hojas, cuando la planta tiene una altura mayor a 40
cm. En la segunda etapa de desarrollo se presenta un crecimiento
simultáneo entre crecimiento vegetativo y reproductivo con la aparición
de nuevas hojas y racimos florales a partir de los cuales se van
formando progresivamente los frutos. Posteriormente, se inicia la etapa
de producción en la cual los primeros frutos en desarrollarse comienzan
su madurez y cosecha. En esta etapa, al tiempo en que se cosechan los
frutos, la planta sigue desarrollando hojas y nuevos racimos florales.
Finalmente se llega al estado de desarrollo en el cual, debido a
factores asociados al tipo de hábito de crecimiento o a las prácticas de
manejo, se detiene de forma natural o inducida el crecimiento de la
planta y solamente se mantiene el desarrollo de los frutos que ya se han
formado.
2. Propagación de tomate
Criterios de selección del material vegetal
El tomate es una especie que no responde
al fotoperíodo (número de horas de luz en el día). Por tanto, los
diferentes materiales disponibles pueden ser sembrados en Colombia. Sin
embargo, al seleccionar una variedad o híbrido de tomate se deben
considerar las siguientes características:
El hábito de crecimiento
Principalmente existen dos tipos de
hábito de crecimiento para el tomate; el indeterminado y el
determinado.. Es importante identificar el hábito de crecimiento para el
tipo de tomate que se quiere sembrar, ya que de éste y de las
características del invernadero se pueden generar variaciones en
aspectos relacionados con el establecimiento y manejo del cultivo. A su
vez, en las variedades de crecimiento indeterminado se presentan dos
formas de crecimiento y desarrollo de las plantas. Por una parte, están
las plantas de crecimiento abierto que son en general más precoces, con
entrenudos largos, hojas pequeñas y frutos de tamaño medio. Estas
variedades se adaptan muy bien en invernaderos que tienen una estructura
alta para el tutorado de las plantas y principalmente en los casos en
que el invernadero tiene problemas de ventilación, puesto que su menor
densidad de hojas facilita esta función. Por otra parte, están las
variedades de crecimiento compacto que se caracterizan por tener
entrenudos cortos, con crecimiento vegetativo excesivo y frutos grandes.
El calibre y la forma del fruto
El calibre hace referencia al diámetro
ecuatorial del fruto. En términos generales y según el calibre del
fruto, los tomates pueden clasificarse como grandes, cuando su calibre
es mayor a 82 mm, medianos, con calibre entre 57 y 81 mm, y pequeños,
los de calibre inferior a 56 mm. En cuanto a la forma, los frutos de
tomate pueden ser generalmente globulares, redondos o achatados. Estas
características determinan en gran medida el mercado y tipo de empaque
para la comercialización; por ejemplo, para la presentación en bandejas
se requieren frutos achatados y de tamaño mediano.
La forma de maduración
Básicamente existen tres formas de
maduración de frutos: maduración estándar, cuando los frutos cambian de
color al mismo tiempo en toda su superficie; hombros verdes, cuando
durante la maduración los hombros permanecen con un color verde oscuro; y
hombros ligeramente verdes.
La vida poscosecha
La duración o vida poscosecha del fruto
es un aspecto de máxima importancia en la elección del material a
cultivar. En el mercado existe una amplia oferta de materiales que
poseen la característica de larga duración mediante la incorporación de
genes que retardan la maduración y confieren mayor resistencia a la
corteza.
La resistencia genética a enfermedades y desordenes fisiológicos
Es un factor muy importante en el
momento de seleccionar un material. En la ficha técnica de los
diferentes materiales (variedades o híbridos), se especifican las
resistencias y/o tolerancias que presenta cada uno.
Las principales resistencias que se ofrecen en una variedad de tomate son las siguientes:
- TMV = virus del mosaico del tabaco
- TYLCV = virus de la cuchara del tomate
- ToMV = virus del mosaico del tomate
- TSWV = virus del bronceado del tomate
- C2 = Cladosporium fulvum, razas A y B
- C5 = Cladosporium fulvum, razas A, B, C, D, y E
- V = Verticillium
- F2 = Fusarium oxysporum f. lycopersici razas 1 y 2
- Fr = Fusarium oxysporum f. radicis lycopersici
- N = nematodos
- PST = Ralstonia
- S = Stemphylium
Entre los desórdenes fisiológicos a
tener en cuenta durante la selección de un material están: el rajado de
fruto, las bajas temperaturas y la maduración desuniforme del fruto
conocida como blotching. También existen variedades o híbridos
resistentes o tolerantes a condiciones ambientales como la sequía, la
salinidad, el calor o el frío.
Estructuras, medios de propagación y prácticas de manejo
Infraestructura
Un semillero es un lugar destinado a la
producción en forma controlada de plántulas de buena calidad antes del
trasplante definitivo. El sitio seleccionado para su establecimiento
debe ser de fácil drenaje y ventilación. La orientación y localización
debe garantizar buena luminosidad, facilidad de acceso y realización de
las prácticas de manejo.
Las instalaciones necesarias para la
propagación de las plantas son el invernadero, los bancos de
enraizamiento y el sistema de fertiriego. El invernadero es una
estructura de metal o madera cubierta con un material transparente,
comúnmente polietileno. Su función debe ser:
a) mejorar las condiciones ambientales
para favorecer la germinación de manera que el sustrato seleccionado y
su grado de humedad se mantengan constantes;
b) protección de agentes climatológicos adversos como viento y lluvia;
c) protección fitosanitaria preventiva,
aislando las plántulas de focos de contaminación externa. Los bancos de
enraizamineto o camas son las estructuras utilizadas para ubicar las
bandejas con plántulas con el fin de aislar las plantas del suelo,
promover la poda natural de raíces y facilitar las labores.
Finalmente, el sistema de riego y/o
fertirriego, como su nombre lo indica, es el equipo utilizado para el
riego y la nutrición de las plantas. Para un riego eficaz, se debe
disponer de un suministro suficiente de agua de buena calidad agrícola,
libre de fitopatógenos y sin exceso de sales. El sistema empleado debe
garantizar facilidad para regular la frecuencia, cantidad y homogeneidad
de los riegos, y también asegurar que el tamaño de gota y presión de
aplicación no afecten el normal desarrollo de las plántulas. Los
sistemas de riego varían desde medios manuales como regaderas y
mangueras hasta sistemas automatizados de nebulización.
Sustratos y contenedores
El sustrato es el medio de cultivo en
donde se desarrolla el sistema radicular de la plántula. El sustrato
empleado para la siembra de tomate debe poseer ciertas características
que permitan un adecuado desarrollo de la plántula. Algunas de esas
características son:
- Servir de soporte a la planta; debe ser liviano (densidad aparente menor a 0,2 g/cm3), y con alto porcentaje de espacio poroso.
- Proporcionar una alta capacidad de retención del agua disponible.
- Tener buen drenaje y aireación.
- Presentar baja tendencia a la compactación.
- Estar libres de patógenos, semillas y nemátodos.
Existen varios sustratos adecuados para
la producción de plántulas de hortalizas en bandejas de propagación.
Comercialmente, hoy en día están disponibles las mezclas sin suelo que
generalmente contienen turba, fibra de coco, perlita, vermiculita,
nutrientes y agentes humectantes. Las mezclas sin suelo se seleccionan
por:
a) el suministro y homogeneidad. El material elegido debe ser uniforme y fácilmente disponible;
b) las propiedades físicas, químicas y biológicas deben garantizar un óptimo desarrollo de la planta;
c) la experiencia, no todos los
sustratos requieren el mismo manejo, se recomiendan evaluaciones previas
antes de utilizar nuevos sustratos o mezclas.
d) El costo, aunque es importante, no debe comprometer la calidad de la plántula.
Entre los principales sustratos para la
producción de plántulas se encuentran la turba y la fibra de coco. Las
turbas son principalmente vegetales fosilizados, constituidos de restos
de musgos y otras plantas descompuestos parcialmente. Según el grado de
descomposición, se clasifican en turbas rubias y negras. Las turbas
rubias corresponden a las menos descompuestas y ampliamente utilizadas
como sustrato, pues conservan parte de su estructura y poseen excelentes
propiedades físicas y químicas. Las turbas negras se encuentran a mayor
profundidad y su grado de descomposición es mayor al de la turba rubia.
Debido a su estructura, tienen una aireación deficiente y elevados
contenidos de sales solubles.
La turba es acondicionada física y
químicamente mediante la adición de otros materiales que mejoran la
porosidad, la acidez y los niveles nutricionales. Por lo general, la
turba preparada comercialmente tiene un pH entre 5,5 y 6,5 y una
conductividad eléctrica que va desde 0,7 hasta 1,1 dS/cm-1.
Comercialmente, la turba viene empacada en pacas o fardos de 107 a 300
litros comprimidos o en bolsas de 80 litros sin comprimir. Aunque es un
sustrato costoso, la turba posee muy buenas propiedades físicas como
baja densidad aparente (0,05 – 0,15 g/ml-1), alto porcentaje de espacio
poroso y alta capacidad de retención de agua.
Por su homogeneidad y disponibilidad, se
destaca la fibra de coco como alternativa al uso de la turba. Es un
subproducto del procesamiento del mesocarpo fibroso del fruto, con una
elevada capacidad de aireación, pH óptimo y adecuados niveles de aportes
de nutrientes, especialmente fósforo y potasio (Berjón et al., 1999).
La presentación comercial de la fibra de coco es similar a la de la
turba.
En la producción comercial de plántulas
se requiere el uso de contenedores, que permiten que cada semilla se
siembre en un recipiente y que al extraer la plántula se mantenga
intacto el sistema radicular, facilitando su transporte y trasplante.
Los contenedores generalmente son bandejas plásticas con numerosas
celdas de pequeñas dimensiones y volumen que varía entre 9 y 25
centímetros cúbicos. Para tomate se recomienda utilizar bandejas con un
volumen por celda mayor a 18 centímetros cúbicos.
Diversas investigaciones demuestran que
el tamaño del contenedor es determinante de la calidad de la plántula.
Cuanto mayor sea el tamaño del contenedor, aumentan el área foliar, la
biomasa y el volumen de raíz (Cantliffe, 1993). El crecimiento de raíces
y brotes vegetativos es interdependiente y puede afectarse cuando el
sistema radicular está restringido a volúmenes pequeños de
enraizamiento; así mismo, plantas con buen desarrollo radicular toleran
mejor el trasplante (NeSmith y Duval, 1998).
Etapas en la producción de plántulas
La producción de material de propagación
es una actividad especializada que requiere del equipamiento e
infraestructura adecuados para el establecimiento y desarrollo normal
del material de propagación. Cada una de las etapas del proceso de
producción debe ser debidamente planeada y ejecutada, ajustándose a los
requerimientos técnicos establecidos para la producción de plántulas de
tomate con adecuados estándares de calidad.
Preparación del sustrato
Comprende la selección, preparación del
sustrato y llenado de contenedores. En esta etapa se deben determinar
los niveles de nutrientes, el pH y la concentración de sales del
sustrato, expresada mediante conductividad eléctrica (CE), para así
hacer las correcciones pertinentes. El pH debe oscilar entre 5,0 y 6,5.
El nivel de sales varía dependiendo de las cantidades de fertilizantes
en la mezcla. Es aceptable una conductividad eléctrica de 1,0 a 2,0
dS/m-1. En la preparación, el sustrato se debe desmenuzar muy bien y
garantizar un humedecimiento homogéneo. Para el llenado de los
contenedores se recomienda llenar por completo las celdas y evitar la
compactación del sustrato.
Siembra y germinación
La semilla de tomate es plana y de forma
lenticular. En general, un gramo de semillas contiene de 250 a 350
semillas, según la variedad. Debido a los costos que implican las nuevas
tecnologías de producción de plántulas, se requieren semillas de alta
calidad que garanticen rápida germinación, buena uniformidad y plantas
vigorosas. La utilización de bandejas de propagación presenta ventajas
como el uso más eficiente de la semilla, debido a que se siembra una
semilla por celda; la facilidad para movilizar las plántulas de un lugar
a otro; la economía en el uso del sustrato y el poco daño al sistema
radicular.
La semilla debe sembrarse a una
profundidad de entre 5 y 10 milímetros y cubrirse con el mismo sustrato
en que fue sembrada para asegurar que se mantenga húmeda. La germinación
de la semilla es un paso crítico durante el proceso de producción de la
plántula. La semilla de tomate requiere de buena aireación para
germinar, por lo que es necesario evitar la saturación del sustrato con
agua. La temperatura óptima para la germinación está entre 23 y 25 °C.
El tiempo necesario para la germinación varía según la variedad y el
lote de semillas, pero en general la germinación y emergencia de las
plantas se produce entre los 3 y 6 días después de la siembra.
Desarrollo de la plántula
Comprende el tiempo que tarda la planta
desde la siembra y germinación hasta que se alcanza el desarrollo foliar
adecuado para su trasplante.
Prácticas de manejo
La calidad del material de propagación
es un factor decisivo para un adecuado establecimiento del cultivo. Esta
calidad, a su vez, es una respuesta a las prácticas de manejo durante
el desarrollo de la plántula. Las principales prácticas de manejo
durante la fase de propagación del tomate son las siguientes:
El riego y el programa de fertilización
tienen un efecto fundamental en el crecimiento de la plántula. Es
aconsejable hacer un análisis completo del agua de riego. La cantidad y
frecuencia de riego varían dependiendo del volumen de la celda, el
sustrato, la ventilación del invernadero y las condiciones del clima.
Una recomendación general es regar las bandejas todos los días mediante
riego por aspersión o, en su defecto, con una regadera de poma fina para
evitar destapar las semillas. Los riegos deben hacerse 2 o 3 veces al
día, según las condiciones climáticas y el crecimiento de la planta,
asegurándose de que cada celda quede completamente húmeda para promover
el crecimiento de raíces en la parte inferior de la celda.
La nutrición de las plántulas se hace a
través de soluciones nutritivas aplicadas frecuentemente. La
concentración de la solución nutritiva está dada por la cantidad de
elementos nutritivos que contenga. Esta concentración se expresa en
unidades denominadas partes por millón (ppm) o mmol/l. El incremento
moderado en la concentración da como resultado un incremento en la
altura, el diámetro del tallo y el peso de la planta, mientras que
concentraciones muy elevadas pueden ocasionar plantas altas y débiles
con pobre calidad.
Los valores óptimos de pH y
conductividad eléctrica (CE) varían según el estado de desarrollo de la
plántula y se interpretan de acuerdo con la metodología utilizada para
su determinación. El ajuste de la fertilización se debe hacer con base
en un análisis físico y químico del material que se va a utilizar como
sustrato de siembra. En la tabla 1 se indican los niveles nutricionales
adecuados para el sustrato usado para la producción de plántulas de
tomate (Alarcón y Egea, 1999).
Manejo y prevención de enfermedades en el semillero
La mejor forma de controlar las
enfermedades de las plántulas es a través de medidas sanitarias
preventivas y un adecuado manejo de las condiciones ambientales dentro
del invernadero. Entre las prácticas más recomendadas para prevenir
enfermedades se cuentan:
- Controlar las malezas dentro y en los alrededores del invernadero.
- Desinfectar las bandejas de siembra cuando éstas son reutilizadas.
- Ventilar el invernadero promoviendo la circulación de aire alrededor de las plántulas.
- No excederse en el riego y utilizar sustrato de buena calidad.
Normas de calidad de plántulas
- Una plántula de tomate tiene las condiciones apropiadas para su trasplante cuando cumple con las siguientes condiciones:
- La altura está entre los 10 a 15 cm y tiene como mínimo cuatro hojas verdaderas formadas y existe buena uniformidad entre plántulas en la bandeja de propagación.
- Las hojas están bien desarrolladas, son de color verde, erectas y sin entorchamientos.
- La coloración es ligeramente púrpura en la base del tallo y en el envés de las hojas. Los cotiledones están completamente sanos.
- Las raíces son blandas y delgadas, y llenan todo el contenedor de arriba hasta abajo. Las raíces con un color marrón y que no se extienden hacia la parte inferior del contenedor, son síntomas de que han estado creciendo bajo un estrés de humedad, lo cual puede retardar el enraizamiento en el campo.
El injerto es la unión de dos porciones
de tejido vegetal vivo, de tal manera que se unen y se desarrollan como
una sola planta (Hartmann et al., 1997). El tomate es una de las
hortalizas en la cual esta práctica es ampliamente utilizada; para el
año 2000, en Japón se injertaba hasta el 48% del tomate producido bajo
invernadero (Lee, 2003).
La injertación en tomate facilita el
manejo y control de enfermedades, utilizando patrones con cierta
resistencia a enfermedades que se desarrollan en el suelo, lo que
permite mantener plantas sanas y vigorosas durante más tiempo; además,
aumenta la producción del cultivo. Por otro lado, se registran
incrementos en la producción y calidad mediante el uso de patrones
tolerantes a condiciones de estrés, como la salinidad. Las principales
limitaciones del uso de injertos en la producción de tomate son el costo
adicional del patrón y la mano de obra requerida.
3. Manejo del cultivo
Establecimiento del cultivo
El establecimiento del cultivo consiste
en el trasplante del material de propagación en el sitio en donde se
adelantará su crecimiento y desarrollo. De acuerdo con el sistema de
producción escogido, el material podrá sembrarse directamente en el
suelo o en un sustrato, si el sistema es hidropónico. El éxito durante
el establecimiento del cultivo depende de varios factores, como la
humedad adecuada del suelo o sustrato, el estado nutricional y
fitosanitario del mismo, la profundidad de siembra y la calidad del
material de propagación, entre otros.
Densidades de siembra
Existen básicamente dos formas para
ubicar las plantas dentro del invernadero. La primera es mediante surcos
individuales en donde se dejan distancias entre surcos que varían entre
1,0 y 1,4 m. Las distancias entre plantas a lo largo de los surcos
pueden ir de 30 a 50 cm, según la variedad seleccionada. La segunda es
el trasplante en surcos dobles (foto 2) en donde se hacen camas en las
cuales se dejan de 50 a 60 cm entre los dos surcos de la cama y de 40 a
50 cm entre plantas a lo largo del surco. La distancia entre los centros
de las camas varía entre 1,40 y 1,60 m, dejando, por tanto, caminos de
0,8 a 1,0 m de ancho.
De esta manera se alcanzan densidades de
2,2 a 2,5 plantas por m2. En algunos casos, especialmente cuando se
trabaja con variedades de crecimiento abierto o en condiciones de clima
frío, se pueden utilizar densidades de siembra más altas cercanas a 3
plantas por metro cuadrado. En condiciones de menor luminosidad y mayor
temperatura, se debe trabajar con una densidad más baja para mantener
una calidad aceptable y un buen rendimiento. Una densidad más elevada de
lo recomendado implicará un mayor costo en material vegetal y en
insumos, mayores problemas sanitarios y una menor calidad en el tamaño
de los frutos.
Trasplante
El trasplante definitivo se realiza
aproximadamente a las cuatro o cinco semanas después de la siembra. Un
trasplante bien hecho es esencial para obtener una buena cosecha en
invernadero. Antes del trasplante, se aconseja levantar camas a una
altura mínima de 20 cm. Luego, se hace el trazado de los surcos y se
marcan los sitios en los cuales irán ubicadas las plantas. Cuando se
utiliza el acolchado plástico, la ubicación de las plantas se marca
sobre el plástico mediante un pequeño agujero. En el sitio de trasplante
se hace un hueco de aproximadamente 5 cm de profundidad, ligeramente
mayor al volumen ocupado por el recipiente que contiene la planta que se
va trasplantar. El suelo debe tener un adecuado nivel de humedad.
Las plantas se van colocando con
cuidado, tratando de no deshacer el bloque de sustrato en el que están
enraizadas. Se recomienda que durante el trasplante una pequeña porción
del tallo quede enterrada en el suelo para proporcionar un mejor soporte
inicial y permitir a la planta el desarrollo de nuevas raíces, pero
teniendo precaución de que las hojas cotiledonales no queden enterradas.
Una vez trasplantadas, es necesario regar las plantas lo antes posible
para evitar el marchitamiento. En los primeros días después del
trasplante, los riegos deben ser cortos pero frecuentes para mantener
húmeda la zona donde están desarrollándose las raíces.
Podas
La poda es la práctica de remover
cualquier tipo de estructura de la planta. El principal objetivo de las
podas es balancear el crecimiento reproductivo y vegetativo, permitiendo
que los fotoasimilados se canalicen hacia los frutos, pero también
tiene otros beneficios principalmente de tipo fitosanitario. Básicamente
existen cuatro tipos de podas:
Poda de formación
Mediante esta poda se decide el número
de tallos que va a tener la planta. Lo aconsejable para variedades de
crecimiento indeterminado es la poda a un solo tallo, ya que la planta
es más vigorosa y se facilita su tutorado y manejo. En caso de que se
tome la decisión de dejar dos tallos en la planta, se deben escoger los
dos tallos más vigorosos. El tallo más vigoroso es el principal y el
segundo tallo es aquél que aparece inmediatamente por debajo de la
primera inflorescencia.
Poda de yemas o chupones
Las yemas axilares, también llamadas
chupones, son pequeños brotes que crecen en el punto de inserción entre
el tallo principal y los pecíolos de las hojas y que se deben eliminar
manualmente antes de que se desarrollen demasiado (< 5 cm). Esto
evitará que tomen parte de los nutrientes que son importantes para el
fruto. Además, al eliminarlos cuando aún son pequeños, se reduce el
tamaño de las heridas y así la probabilidad de ataque de hongos,
especialmente de Botrytis cinerea.
Para evitar la eliminación accidental del punto de crecimiento de la planta al confundirlo con un chupón, únicamente se deben eliminar los chupones que están por debajo del último racimo floral que se ha formado. A medida que el cultivo se desarrolla, la proliferación de chupones disminuye y su control se puede hacer con menos frecuencia.
Para evitar la eliminación accidental del punto de crecimiento de la planta al confundirlo con un chupón, únicamente se deben eliminar los chupones que están por debajo del último racimo floral que se ha formado. A medida que el cultivo se desarrolla, la proliferación de chupones disminuye y su control se puede hacer con menos frecuencia.
Poda de flores y frutos
La poda de flores y frutos ayuda a
balancear el crecimiento vegetativo con el generativo, para optimizar el
número y el tamaño de los frutos en el racimo y a lo largo de la
planta. El manejo de la poda de frutos no tiene una fórmula general, y
dependerá de las siguientes variables:
Variedad. En variedades
de fruto grande se dejarán menos frutos por racimo que en variedades de
fruto pequeño. A la vez, variedades con hábito de crecimiento abierto y
con frutos más pequeños tienden a formar inflorescencias con numerosas
flores. Por eso, es necesario eliminar algunas flores para que los
frutos que se formen puedan crecer más homogéneamente y alcanzar tamaños
un poco mayores hasta donde su potencial genético lo permita.
Condiciones climáticas. En
condiciones de temperatura más elevada y menor radiación, se deben
dejar menos frutos por racimo para mantener las mismas características
de calidad. A la vez, a mayor densidad de siembra o menor disponibilidad
de radiación por planta, se debe disminuir la cantidad de frutos por
racimo para mantener la misma calidad.
El estado de desarrollo de la planta y vigor. En
los primeros racimos se acostumbra podar frutos para favorecer el
crecimiento vegetativo, dejando de 4 a 6 frutos según la variedad y el
clima. Igualmente, cuando en las plantas se están cuajando los frutos
del 7º racimo en adelante, éstas muestran con frecuencia un crecimiento
vegetativo débil. Si el objetivo es producir más racimos, es conveniente
dejar estos racimos con uno o dos frutos menos que los racimos
anteriores.
Las exigencias del mercado. Según
el mercado para el cual se produce, se requiere cierta proporción de
frutos de diferentes calibres o tamaños. El tamaño depende en parte de
la variedad y las condiciones climáticas, pero se puede también
manipular a través de la poda de frutos.
En variedades de crecimiento compacto y
vigoroso (frutos multiloculares), sembradas en clima medio con una
densidad de aproximadamente 2,5 plantas por m2, se deben dejar solamente
cuatro frutos en los primeros dos racimos para no sobrecargar la planta
y permitir que éstas sigan creciendo normalmente y emitiendo nuevos
racimos florales. Más adelante se pueden dejar 5 frutos por racimo
mientras la planta esté en buenas condiciones de vigor. En clima frío
moderado, donde el desarrollo del cultivo y de los frutos es más lento,
se pueden dejar más frutos que en clima medio. Aquí se recomiendan de 4 a
5 frutos en los primeros dos racimos, después de 5 a 6 frutos en los
siguientes racimos.
Las variedades con hábito de crecimiento
abierto y con frutos más pequeños tienden a formar inflorescencias con
numerosas flores. Por eso, es necesario eliminar algunas flores para que
los frutos que se formen puedan crecer más homogéneamente y alcanzar
tamaños un poco mayores hasta donde el potencial genético de la planta
lo permita. Generalmente, el primer fruto de los racimos es el más
grande, pero a veces éste crece tan rápido que los demás frutos se
quedan pequeños, o, en algunas variedades, el primer fruto tiende a
deformarse y perder su valor comercial. Si esto ocurre se puede optar
por eliminar el primer fruto de forma sistemática.
Fuera de la poda de frutos para
equilibrar el crecimiento vegetativo con el generativo, también se hacen
podas sanitarias y podas para eliminar malformaciones. Frutos con
pudrición apical, frutos con síntomas de ataque por enfermedades o
insectos, o con malformaciones como “cara de gato” deben eliminarse tan
pronto se detecta el síntoma. Dejarlos más tiempo en la planta sería
sólo un gasto de energía para el cultivo.
Poda de hojas bajeras
A medida que las plantas maduran y se
cosechan los frutos de los racimos más inferiores, las hojas más
antiguas situadas en esta zona comienzan a amarillarse y a morir. Éstas
deben ser eliminadas para permitir una mejor ventilación y bajar a su
vez la humedad relativa en la base de las plantas. La eliminación de
estas hojas se debe comenzar al finalizar la recolección de los frutos
del segundo racimo, y de ahí en adelante se deben seguir podando a
medida que maduran los racimos. La poda se puede hacer simplemente
partiéndolas con los dedos al nivel del tallo para evitar al máximo las
cicatrices y se deben retirar inmediatamente del invernadero para
eliminar cualquier infección.
En términos generales, siempre se trata
de mantener una buena área foliar sin que ésta sea excesiva. En
variedades muy “frondosas” se puede podar de vez en cuando algunas hojas
en la parte bajera y del medio. Esto aumentará la ventilación en el
cultivo y disminuirá la incidencia de enfermedades sin afectar la
producción. Una recomendación general para casos en los cuales se ha
implementado un programa de control biológico de mosca blanca mediante
el uso de parasitoides, es la de revisar las hojas antes de la poda para
verificar si todavía se encuentran pupas de mosca blanca
parasitándolas. Si esto ocurre, se recomienda dejarlas hasta que emerjan
los adultos de los parasitoides.
Tutorado y enrollado
El tutorado consiste en guiar
verticalmente las plantas a lo largo de una cuerda de plástico o de tela
que va desde la base de la planta (tercera o cuarta hoja) hasta un
alambre ubicado directamente sobre las plantas a 2,5 a 3,0 metros de
altura y tendido en el mismo sentido del surco (foto 4). Para sostener
la planta a lo largo de la cuerda se pueden
usar abrazaderas de plástico, las cuales se anillan al tallo por debajo del pecíolo de una hoja completamente desarrollada y resistente. También se puede tutorar la planta enrollándola a la cuerda, en el sentido de las manecillas del reloj, cada 2 o 3 hojas o una vuelta por cada racimo.
usar abrazaderas de plástico, las cuales se anillan al tallo por debajo del pecíolo de una hoja completamente desarrollada y resistente. También se puede tutorar la planta enrollándola a la cuerda, en el sentido de las manecillas del reloj, cada 2 o 3 hojas o una vuelta por cada racimo.
Se debe tratar de hacer esta labor sin
maltratar a las plantas, es decir, no envolverlas más de lo necesario y
no estrangularlas. La labor de enrollado de las plantas se hace
semanalmente y hasta dos veces por semana durante las primeras semanas
de desarrollo a temperatura elevada, cuando el crecimiento de las
plantas es muy rápido. Posteriormente, cuando comienza la formación de
frutos el enrollado se puede hacer una vez por semana.
Es importante enfatizar que durante el enrollado la parte superior de la planta (la cabeza) debe quedar libre para permitir una expansión normal de las hojas y evitar su entorchamiento. A medida que crece la planta, será necesario descolgarla para facilitar su mantenimiento.
Es importante enfatizar que durante el enrollado la parte superior de la planta (la cabeza) debe quedar libre para permitir una expansión normal de las hojas y evitar su entorchamiento. A medida que crece la planta, será necesario descolgarla para facilitar su mantenimiento.
Polinización
La planta del tomate es
“autopolinizadora”, por lo cual no se requiere de polinización cruzada.
Los tomates son polinizados normalmente por el viento cuando crecen al
aire libre. En cambio, en los invernaderos, el movimiento de aire es
insuficiente para que las flores se polinicen por sí mismas, siendo
necesaria la vibración de los racimos florales para obtener una buena
polinización.
En los cultivos bajo invernadero, los
productores hacen una vibración de la planta golpeando el sistema de
tutorado. Otros productores no toman ninguna medida para mejorar la
calidad de la polinización.
Las condiciones climáticas también son
importantes para una buena polinización. Para prevenir la caída de
flores, la temperatura promedio no puede exceder 25 °C, especialmente en
condiciones de baja luminosidad. Por debajo de 15 °C existen problemas
con la fecundación y por debajo de 10 °C se detiene el proceso.
La humedad del aire también tiene una
influencia directa en la fecundación. Valores elevados, especialmente
con poca iluminación, pueden reducir la viabilidad del polen. Buitelaar
& Eindhoven (1986) definen el rango óptimo de humedad relativa para
la polinización entre 60 y 85%. Debajo de este rango se reducen las
características pegajosas del estigma, lo que puede disminuir la
adhesión y germinación del polen. A la vez, humedades muy bajas
ocasionan la desecación del polen haciéndole perder su efectividad. Por
encima del rango mencionado se reduce el desprendimiento del polen de la
antera.
Todo el proceso de fecundación dura, en
condiciones normales, aproximadamente 50 horas. Cuando la polinización
se ha efectuado correctamente, al cabo de una semana comienzan a
formarse los frutos; esto es lo que se denomina cuajado de la flor.
Cuando las plantas son jóvenes y producen sus primeros racimos florales,
éstos se deben polinizar todos los días o como mínimo cada 48 horas
hasta que se observen los primeros frutos. Es muy importante asegurar
que en estos primeros racimos se formen frutos, ya que ello induce a la
planta a un estado reproductivo que favorecerá positivamente la
floración y la productividad de la misma. Para incrementar la
productividad del cultivo de tomate bajo invernadero, se recomienda
implementar algún tipo de medida para polinización, entre las 9 y 10
a.m., cada día de por medio, desde el inicio de la floración.
Ciclo de cultivo
La duración del ciclo de cultivo del
tomate está determinada principalmente por la variedad y por las
condiciones del clima en las cuales se produce el desarrollo de la
planta. Cuando se realiza el trasplante al invernadero, ya ha ocurrido
la diferenciación floral, es decir, ya se ha dado origen a la primera
inflorescencia, aunque ésta no sea visible todavía. El tiempo
transcurrido hasta la apertura de la primera flor de la primera
inflorescencia depende de la radiación total recibida, pero puede estar
entre 40 y 50 días después de la siembra de la semilla. El desarrollo de
la flor, por su parte, está determinado fundamentalmente por la
temperatura, siendo las temperaturas diurnas más importantes que las
nocturnas en la promoción del desarrollo de las flores. Cuando la flor
ha alcanzado un completo desarrollo, se produce la fecundación del fruto
como consecuencia de la polinización. El tiempo requerido desde el
cuajamiento del fruto hasta que se desarrolla un fruto maduro oscila
entre 7 y 9 semanas, en función de la variedad, la posición en el racimo
y las condiciones ambientales.
Inicialmente, el crecimiento del fruto
es lento durante las primeras 2 o 3 semanas y se alcanza un 10% del peso
total del fruto. Posteriormente, viene un período de rápido crecimiento
que dura entre 3 y 5 semanas, en el cual el fruto alcanza prácticamente
su máximo desarrollo. Finalmente, hay un período de crecimiento lento
de unas dos semanas, en el que el aumento en el peso del fruto es
pequeño, pero se producen cambios metabólicos característicos de la
maduración (Chamarro, 1995).
Renovación del cultivo
Cuando la productividad de las plantas
comienza a decrecer, es necesario hacer una renovación del cultivo.
Debido a los altos costos de producción de tomate bajo invernadero, es
necesario aprovechar al máximo el área disponible a lo largo del año. Al
momento de hacer la renovación de un cultivo, el punto de crecimiento
de la planta se elimina mediante un corte 2-3 hojas por encima del
racimo en floración más alto.
Esta práctica se debe hacer por lo menos
5-6 semanas antes de la fecha destinada para renovar el cultivo, con el
objetivo de que durante ese tiempo los frutos que ya se han formado en
la planta alcancen su máximo tamaño y puedan ser cosechados.
Simultáneamente con la eliminación de
los puntos de crecimiento, se debe hacer la siembra de las plántulas
para el siguiente cultivo, de tal manera que se pueda minimizar el
período de tiempo en que no hay producción.
Otra forma para renovar el cultivo consiste en trasplantar nuevas plántulas en medio de plantas viejas que están próximas a eliminarse, de tal forma que en el momento de la eliminación de las plantas viejas, las nuevas plantas tengan un desarrollo avanzado y comiencen a fructificar en pocas semanas.
Otra forma para renovar el cultivo consiste en trasplantar nuevas plántulas en medio de plantas viejas que están próximas a eliminarse, de tal forma que en el momento de la eliminación de las plantas viejas, las nuevas plantas tengan un desarrollo avanzado y comiencen a fructificar en pocas semanas.
Control de malezas
Las malezas, también llamadas arvenses,
son todas aquellas plantas que en un momento dado dificultan o
interfieren de una u otra forma en el crecimiento de un cultivo.
En el cultivo del tomate –al igual que
en todos los cultivos– las malezas tienen dos efectos diferentes: 1)
competir en la toma de agua, nutrientes y luz, y 2) ser hospederas
alternativas de hongos y plagas que pueden afectar al cultivo.
En la toma de agua, la interferencia no suele ser muy importante si el agua es un recurso abundante. Pero si no lo es, como en muchas partes, la competencia puede ser importante, especialmente por aquellas malezas que poseen sistemas radiculares más desarrollados que los del tomate. Con respecto a los nutrientes, si el suelo está bien fertilizado con nitrógeno, fósforo y potasio, la competencia se produce principalmente por elementos secundarios y micronutrientes.
En la toma de agua, la interferencia no suele ser muy importante si el agua es un recurso abundante. Pero si no lo es, como en muchas partes, la competencia puede ser importante, especialmente por aquellas malezas que poseen sistemas radiculares más desarrollados que los del tomate. Con respecto a los nutrientes, si el suelo está bien fertilizado con nitrógeno, fósforo y potasio, la competencia se produce principalmente por elementos secundarios y micronutrientes.
La competencia por luz se origina más
tardíamente y es más severa en malezas con gran desarrollo foliar. El
grado de interferencia está condicionado principalmente por el estado de
desarrollo de la planta de tomate, siendo mayor entre la germinación y
las primeras semanas del trasplante definitivo.
El control de las malezas, al igual que
el de plagas y enfermedades, también requiere un control integrado que
combine el control con herbicidas (naturales o sintéticos) con algunas
prácticas culturales: preparar muy bien el terreno donde se van a
trasplantar las plantas, ya sea mediante labores manuales o mecánicas,
contribuye a controlar las malezas pero no es suficiente para solucionar
el problema.
Se pueden cubrir las camas donde se va a
hacer el trasplante con un acolchado. El acolchado puede ser de tipo
vegetal como cascarilla de arroz, tamo, entre otros, o sintético. El
acolchado más común en tomate consiste en una lámina de plástico (negro,
gris o blanco lechoso) que se coloca sobre el suelo a lo largo y ancho
de la cama, el cual se asegura al suelo apisonándolo con la tierra de
los bordes de la cama. Después de instalado, el plástico se perfora
únicamente en los sitios en donde se siembran las plantas. El uso de
acolchados, además de ejercer una barrera física que obstaculiza la
emergencia de malezas, también disminuye la luz dentro de la cama,
impidiendo que éstas puedan emerger.
En cuanto al control con herbicidas, el
uso de químicos requiere conocimientos mínimos tanto de los productos a
utilizar como de las malezas predominantes en la zona donde está el
cultivo, puesto que el tomate es una planta especialmente sensible a
sufrir daños ocasionados por herbicidas. Frecuentemente, el daño
relacionado con los herbicidas puede ser similar al causado por otras
fuentes, tales como exceso de sales fertilizantes. Los síntomas de daños
por herbicidas no siempre son definitivos y daños similares pueden
resultar de la aplicación de diferentes plaguicidas.
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